Los moratones estaban mucho mejor, poniéndose amarillos en algunas zonas, y desapareciendo completamente en otras, así que esa noche elegí una de las piezas más aterradoras y me la puse en el baño. Era negro, de encaje, y daba vergüenza mirarlo incluso cuando no lo llevabas puesto. Tuve cuidado de no mirarme en el espejo antes de volver a la habitación. No quería perder los nervios.Tuve la satisfacción de ver cómo los ojos casi se le salían de las cuencas, justo un segundo antes de que consiguiera controlar su expresión.
–Todo está bien, amor, estás a salvo. Estoy aquí –me acunó adelante y atrás, demasiado rápido para que consiguiera calmarme – ¿Has tenido otra pesadilla? No era real, no era real.
–No era una pesadilla –sacudí la cabeza frotándome los ojos con el dorso de la mano –Era un buen sueño –mi voz se quebró de nuevo.
–Entonces ¿por qué lloras? –preguntó, desconcertado.
–Porque he despertado. –gemí, rodeando su cuello con mis brazos, y sollozando contra su garganta.
No podría decir si las lágrimas que hacían temblar mi voz le conmovieron, si fue que no estaba preparado para manejar mi repentino ataque, o si su necesidad era tan insoportable como la mía en aquel momento.
Pero cualquiera que fuera la razón, el caso es que acercó sus labios a los míos, rindiéndose con un gruñido.
–Parece ser que no eres nada observadora cuando tu atención está puesta en otras cosas.
–Estaba un poco absorta –admití, sonrojándome.
Tocó mi ardiente mejilla y suspiró.
–Voy a echar de menos esto, mucho.
Me aburrí con las noticias y me giré para besarle. Como aquella mañana, un agudo dolor golpeó mi estómago cuando me moví. Me separé corriendo de él con mi mano tapando la boca. Sabía que no podría llegar al baño esta vez así que fui corriendo al fregadero de la cocina.
Él me sujetó el pelo otra vez.
Retorcí mi torso y sucesivamente, examiné desde cada ángulo, como si eso pudiese hacer desaparecer precisamente la correcta pista. Yo pasé mis dedos sobre el suave bulto, sorprendida por la roca dura que sentía debajo de mi piel.
“Imposible” repetí porque, bulto o no bulto, periodo o no periodo (y no es que definitivamente no fuese a haber periodo aunque yo no me había retrasado ni una sola vez en mi vida), no había manera de que estuviese embarazada. La única persona con la que yo había tenido sexo era con un vampiro, podía asegurarlo.
Reconocí el numero y pude fácilmente adivinar porque estaba llamando.
“Hola, Alice” dije. Mi voz no era mucho mejor que antes. Me aclaré la garganta.
“¿Bella? ¿Bella, estás bien?”
“Sí. Um. ¿Está ahí Carlisle?”
“Está. ¿Cuál es el problema?”
“No estoy… un uno por ciento…segura”
“¿Está Edward también bien? Preguntó cautelosa. Ella dijo el nombre de Carlisle y entonces insistió.
“¿Por qué no coge el teléfono?” dijo antes de que respondiese a la primera pregunta.
Busque el numero que quería, uno al que nunca antes había llamado en mi vida. Presione el botón “enviar” y cruce mis dedos.
- Hola? – su voz sonó como campanas de viento al atender.
- Rosalie? – susurré – Soy Bella. Por favor. Tienes que ayudarme
El cuerpo de Bella estaba hinchado, su torso como un balón saliendo de forma extraña, enferma. Su estómago se tensaba contra el suéter gris que era demasiado grande para sus hombros y brazos. El resto de su cuerpo parecía más delgado, como si la bola enorme en su estómago hubiera chupado el resto de ella. Tomó un segundo darme cuenta que parte de su cuerpo estaba deformada – y no lo entendí hasta que ella colocó los brazos sobre su hinchado estómago, uno encima de otro. Como si estuviera acunándolo.
Bella levantó el vaso en la cara y olió al final de la paja. Ella se estremeció, y luego hizo una mueca.
“Tapa tu nariz”, sugirió Rosalie.
“No, eso no es todo. Es sólo que” Bella respiró profundo. “Huele bien”, admitió en un hilo de voz.
Bella empujó la paja entre los labios, cerró los ojos y arrugó la nariz. Yo podía oír la sangre derramándose alrededor de la copa de nuevo, como su mano temblaba. Ella dio un sorbo por un segundo, y luego se quejó en voz baja con los ojos todavía cerrados.
Tragué saliva, luchando por mantener el disgusto de mi cara.
Edward estaba escuchando , con la cabeza inclinada hacia el bulto.
“¿Qué está pensando ahora?” -preguntó con ansiedad.
“Es … él o ella, es …” Hizo una pausa y miró a los ojos. Sus ojos se llenaron de un temor similar-sólo fue más cuidadoso. “Él está feliz,” dijo Edward con voz incrédula.
Edward estaba mirando hacia el espacio, con el rostro blanco , como escuchaba.
“¿Qué?” Bella le preguntó, con el rostro resplandeciente sólo de distancia. “¿Qué está pensando ahora?”
Al principio no respondió, y luego impactante, todo el resto de nosotros de nuevo, tres suspiros distintos y separados-él puso su oído tiernamente contra su vientre.
“Él te ama”, Edward susurró, sonando aturdido. “Él absolutamente te adora.”
Su estómago era su propio continente. “Un día más”, dijo, y dio unas palmaditas en el estómago. No pude evitar el dolor que disparó a través de mí en un estallido repentino, punzante, pero traté de mantener mi cara. Yo podía ocultar por un día más,¿verdad?
Medio segundo más tarde, Bella gritaba.
No era solo un grito, era un chillido sangriento de agonía. El horrirífico sonido se cortó con un gorjeo, y sus ojos se dieron vuelta en su cabeza. Su cuerpo se doblaba y se arqueaba en los brazos de Rosalie, y entonces Bella vomitó una fuente de sangre.
Y luego una diminuta, inconsecuente cosa habia salido mal.
Vi en el momento que mi taza se inclinaba, sangre oscura derramarse y manchar el blanco perfecto, y me tambaleé reflejadamente hacia el accidente. Había visto las otras, las manos rápidas, pero cuerpo continuaba estirándose, alcanzándolo…
Dentro de mí, algo me jaló en dirección contraria.
Rasgando. Quebrando. Agonía.
“¡La placenta debió haberse separado!”
Algo más puntiagudo que un cuchillo se desgarró a través de mi- las palabras, tenían sentido a pesar de las torturas. Placenta separada- yo sabía lo que significaba. Significaba que mi bebé estaba muriendo dentro de mí.
“¡Sácalo!” le grité a Edward. ¿Por qué no lo había hecho todavía? “¡no puede respirar! ¡Hazlo ahora!”
“La morfina-“
¡¿Quería que esperara? ¿Quería darme analgésicos mientras nuestro bebé moría?!
“¡No! Ahora-,” me asfixiaba, incapaz de terminar.
Puntos negros cubrieron la luz en el cuarto, cuando una punzada fría de nuevo dolor apuñaló glacialmente en mi estómago. Se sintió feo- automáticamente luché por proteger mi vientre, mi bebé, mi pequeño Edward Jacob, pero estaba débil. Mis pulmones me dolían, el oxígeno me quemaba.
Y luego, Rosalie perdió la concentración. Vi como la expresión en su cara cambio dramáticamente, sus labios se retiraron de sus dientes y sus ojos negros brillaron de sed.
“No, ¡Rose!” rugió Edward, pero sus manos estaban atrapadas, tratando de apoyar a Bella verticalmente para que pudiera respirar.
“¡Quédate conmigo ahora, Bella! ¿Me escuchas? ¡Quédate! ¡No me vas a dejar! ¡Mantén tu corazón latiendo!”
¿Jacob? Jacob, todavía aquí, todavía tratando de salvarme.
Por supuesto, quería decirle. Por supuesto que mantendría mi corazón latiendo. ¿No se los había prometido a los dos?
No había pasado menos de medio segundo cuando mis manos ya estaban en su pecho, haciendo compresiones, contando en mi cabeza, tratando de mantener el ritmo. Uno. Dos. Tres. Cuatro.
Alejándome un momento, sople todo lo que pude dentro de su boca.
No podía ver nada. Mis ojos se empaparon y todo se volvió borroso. Pero estaba más que atento a cada sonido dentro del cuarto. El involuntario ‘glug-glug’ de su corazón debajo de mis manos, el palpitar del mío propio, y otro —un latido extremadamente rápido, muy ligero. No le podía dar lugar a eso.
Edward susurro, “Renesmee.”
Bella había estado equivocada. No era el niño que se había imaginado. No era mucha sorpresa. ¿En que se había equivocado?
“Déjame…,” dijo en un susurro. “Dámela.”
Supuse que debería de saber que él siempre le daba lo que ella quería, no importaba que tan estúpida fuera su petición. Pero no soñé que el le haría caso ahora. Así que no pensé en detenerlo.
Halze la vista hacia los blancos ojos de Bella, seguía bombeando su corazón. Edward tenía una jeringa en su mano —toda plateada, como si estuviera hecha de acero.
“¿Qué es eso?”
Su mano de piedra movió la mía fuera del camino. Hubo un pequeño crujido mientras rompía mi dedo meñique. En el mismo segundo, empujo la aguja justo en su pecho.
“Mi veneno,” contesto mientras la empujaba mas a fondo.
Sople mas aire dentro de su boca, pero no había nada ahí. Solo el pecho que se movía, sin vida. Seguí bombeando su corazón, contando, mientras el trabajaba maniáticamente sobre ella, tratando de juntarla de nuevo. Todos los caballos del Rey y todos los hombres del Rey…
Pero no había nada, solo yo, solo el.
Trabajando sobre un cadáver.
Por que era lo único que nos quedaba de la chica que ambos habíamos amado. Ese roto, desangrado y destrozado cadáver. No podíamos unirla.
Supe que era demasiado tarde. Supe que estaba muerta. Lo supe con certeza porque su pulso se había ido. No sentí ninguna razón por la que debería de estar al lado de ella. Ella no estaba ahí. Ese cuerpo no me atraía más. El sentimiento de estar junto de ella se había desvanecido.
El asesino poso su mirada en mi, su mirada mas concentrada que cualquier recién nacido.
Tiernos ojos cafés, como leche con chocolate —el color exacto de los ojos que había tenido Bella.
Mis temblores pararon; el calor me inundo, más fuerte que antes, pero era una nueva forma de calor —no una que me quemaba.
Era una entusiasta.
Todo dentro de mi se deshizo mientras observaba a la cara del mitad-vampiro, mitad-humano bebé. Todas las líneas que me mantenían con vida fueron divididas en cortes rápidos, como si fueran amarrados a un montón de globos. Todo lo que me hizo como era en ese momento —mi amor hacia la chica que estaba arriba muerta, mi amor por mi padre, el odio hacia mis enemigos, mi casa, mi nombre, yo mismo— desapareció por un segundo— spin, spin, spin— y flotaron en el espacio.
Una nueva fuerza me mantuvo justo donde estaba.
No una sola fuerza, sino millones. Eran más bien cables de acero. Millones de cables de acero atándome a una sola cosa —al mismo centro del universo.
Lo podía ver ahora —como el universo giraba alrededor de ese punto. Nunca había visto la simetría del universo antes, ahora todo estaba claro.
La gravedad del aire no me sostenía más al lugar al que estaba parado.
Era la pequeña bebe en los brazos de la vampira rubia lo que me mantenían aquí ahora.
Renesmee.
El fuego ardió más y yo quería gritar. Rogar porque alguien me matara ahora, antes que vivir un segundo más en este dolor. Pero no podía mover mis labios. El peso seguía allí, aplastándome.
Me di cuenta que la oscuridad no era lo que me mantenía abajo; era mi cuerpo. Tan pesado. Enterrándome en las llamas que ahora salía de mi corazón, extendiéndose con un dolor casi imposible a través de mis hombros y estómago, subiendo por mi garganta, lamiéndome en la cara.
¿Por qué no me podía mover? ¿Por qué no podía grita? Esto no era parte de las historias.
Mi mente estaba insoportablemente clara-cortada por el dolor tan feroz-vi la respuesta tan rápido como formulaba las preguntas.
La morfina.
No me di cuenta de que alguien estaba tomando mi mano hasta que la apretaron ligeramente. Al igual que antes tenía que ocultar el dolor, mi cuerpo esta bloqueado de nuevo por la sorpresa. No fue el toque yo esperaba. La piel era perfectamente lisa, pero tenía la temperatura equivocada. No estaba fría.
Mi familia vampiro esperó con cautela contra la pared lejos de la puerta, Emmett y Jasper en la parte delantera.
Por un momento me encontré agachada de manera defensiva contra la pared – cerca de un
décima de segundo más tarde – ya había entendido lo que había comenzado en mí, y que mi reacción había sido exagerada.
Su toque parecía barrer debajo de la superficie de mi piel, a través de los huesos de mi cara. El sentimiento era eléctrico – traquetea a través de mis huesos, mi columna vertebral, y temblaba en mi estómago.
Tomó mi rostro entre sus manos y acercó su rostro hacia el mio – suficiente lento para me recordarme a tener cuidado.
Me besó, suave como un susurro en un primer momento, y luego de repente fuerte y feroz. Intente recordar a ser amable con él, pero fue un arduo trabajo recordarlo en la arremetida sensación, difícil aferrarse a cualquier pensamiento coherente.
“Quiero verla. Renesmee”.
Fue extrañamente difícil decir su nombre .Mi hija, estas palabras fueron aún más difícil de pensar. Todo parecía tan lejano. Traté de recordar cómo me había sentido tres días atrás, y automáticamente, mis manos se soltaron de Edward y fueron hacia mi estómago.
Llano. Vacío. Me abrigué en la pálida de seda que cubría mi piel, pánico de nuevo, mientras que una parte insignificante de mi mente señaló que Alice debía haberme vestido.
Sabía que no quedaba nada dentro de mí, y yo ligeramente recordé la sangrienta escena, pero la prueba física seguía siendo un proceso difícil. Lo único que sabía era que la amaba dentro de mí. Fuera de mí, ella parecía algo que yo
debía haber imaginado. Un desvanecido sueño – un sueño que había sido mitad pesadilla.
Mi primera reacción fue un placer irreflexivo. La criatura en el era indiscutiblemente bella, tan hermoso como Alice o Esme. Ella era fluida incluso en quietud, y su impecable rostro pálido como la luna contra el marco de su
oscura cuna, cabello pesado. Sus extremidades eran lisas y fuertes, piel sutilmente brillante, luminosa como una perla.
Mi segunda reacción fue de horror.
¿Quién era ella? A primera vista, no pude encontrar mi cara en cualquier lugar del suave, perfecto plano de sus características.¡Y sus ojos! A pesar de que sabía que esperar de ellos, sus ojos todavía enviaron una emoción de terror a través de mí.
Y luego me quité los zapatos de plata satinada uno por uno y los enganché para tirarlos por la ventana abierta. Un poco fuerte, quizá, pero escuché a alguien agarrarlos antes que dañara el revestimiento de la madera.
Alice se quejó, “Su sentido de la moda no ha mejorado nada como su equilibrio.”
“¿Vamos a nadar?” le pregunté cuando paramos al costado del agua.
“¿Y arruinar tu lindo vestido? No. Vamos a saltar.”
Apreté mis labios, considerándolo. El río era como cincuenta yardas de ancho.
“Tú primero,” dije.
Acarició mi mejilla, dio dos pasos atrás rápidamente y luego volvió corriendo esos mismo dos pasos, empujándose de una piedra llana encajada firmemente el la orilla del río. Estudié sus rápidos movimientos formaba un arco encima del agua, finalmente dando un salto mortal desapareció entre los gruesos árboles al lado del río.
“Fanfarrón”, musité y escuché su risa invisible.
Libre por mi falda, me tomó sólo un salto largo para alcanzar el borde el agua. Sólo ochenta y cuatro milésimas de segundo, y eso todavía era bastante tiempo – mis ojos y mi mente se movieron tan rápido que un solo paso fue suficiente. Fue simple posicionar mi pie derecho contra la piedra lisa y ejercer la presión adecuada para que mi cuerpo no se vaya volando por el aire. Estaba prestando más atención en dirigir esa fuerza que me equivoqué en la cantidad de poder necesario – pero al menos no me equivoqué el la parte donde me habría mojado. La anchura de cincuenta yardas era una distancia ligeramente fácil.
Fue una cosa extraña, vertiginosa, electrizante, pero pequeña. Tuvo que pasar un segundo entero, y ya había cruzado.
El olor me llenó por completo. Estaba con la mente en una sola cosa, preocupada sólo por el olor que tenía que acabar. La sed empeoró, tan dolorosa ahora que confundió todos mis pensamientos y empecé a recordar el ardor del veneno en mis venas.
La única cosa que tenía opción de penetrar mi concentración, un instinto más poderoso, más básico de lo que necesitaba para apagar el fuego – era el instinto de protegerme del peligro. Auto preservación.
De repente estuve alerta por el hecho que había estado siguiendo. El pulso del irresistible olor luchó el impulso de detenerme y defender mi presa. Una burbuja de sonido salió de mi pecho, mis labios se retiraron de su propio acuerdo de exponer mis dientes en alerta. Mi pie bajó su marcha, la necesidad de proteger mi lucha contra el deseo de saciar mi sed.
Y luego pude oír mi victoria de perseguidor, y defensa ganada. Cuando giré, el creciente sonido raspó mi garganta.
El gruñido salvaje que salió de mi boca, fue tan inesperado que me paralizó. Me perturbó y me ayudó a limpiar mi cabeza por un segundo – la sed – la neblina retrocedió, aunque la sed quemara todavía.
La vegetación se dispersaba mientras íbamos costa arriba; el olor a campo y resina se hacía más fuerte, mientras seguía el camino que me había trazado – era un olor cálido, más cortante que el del alce y más atractivo. Unos segundos más y pude oír paso amortiguado del inmenso pie, más ligero que el crujir de unos cascos. El sonido crecía – más en las ramas que en el suelo. Automáticamente entré como una flecha entre las ramas, ganando una posición estratégica, a mitad de camino de un abeto de plata alto.
El sonido de las patas ahora estaba debajo de mí; el fuerte olor estaba muy cerca. Mis ojos señalaban cada movimiento con el sonido, y vi el gran gato escabulléndose a lo largo de una amplia rama de pincea, abajo y a la izquierda de la mía. Era grande – fácil cuatro veces yo. Sus ojos estaban absortos debajo de él; el gato estaba cazando también. Capté el olor de algo más pequeño, suave a lado del aroma de mi presa, agachado bajo el árbol. La cola del león tiró espasmódicamente cuando se dispuso a saltar.
Con una luz enlazada, salté y aterricé en la rama del león. Él sintió que la madera tembló y giró, gruñendo desafiante. Cortó el espacio entre nosotros, sus ojos brillaban de furia. Medio loca con la sed, ignoré los colmillos expuestos y las garras y me lancé hacia él, cayendo los dos al suelo forestal.
No fue tanto una pelea.
Sus garras filudas fueron como suaves dedos al momento que tocó mi piel. Sus dientes no encontraron nada que arrancar en mis hombros y en mi garganta. Su peso no era nada. Mis dientes infaliblemente buscaron su garganta, y su instintiva resistencia era lastimosamente débil a comparación de mi fuerza. Mis mandíbulas se cerraron fácilmente en el punto preciso donde se concentraba el flujo del calor.
Fue como morder mantequilla. Mis dientes eran como navajas de acero; cortaron la piel y la grasa como si no estuvieran ahí.
El sabor no era el correcto, pero la sangre era caliente y húmeda y esto calmó la desigualdad, la sed picante cuando bebí con prisa impaciente. Los esfuerzos del gato por liberarse fueron cada vez más débiles y sus gritos se ahogaron con un gorjeo. La calentura de la sangre irradió por todo mi cuerpo, quemando la punta de mis dedos y pies.
Edward estiró su mano hacia mí. La tomé, y sentí su piel más caliente que antes. su mejilla estaba débilmente sonrojada, las sombras bajo sus ojos se habían borrado.
Era incapaz de acariciar su rostro otra vez. Y otra vez.
Olvidé a medias que esperaba una respuesta a mi petición mientras miraba fijamente a sus dorados ojos.
Fue casi tan difícil como había sido huir del olor de la sangre humana, pero de alguna manera tuve la necesidad en mi cabeza de ser cuidadosa, cuando estiré en la punta de mis dedos y enrosqué mis brazos a su alrededor. Gentilmente.
Él no vacilaba en sus movimientos; sus brazos rodearon mi cintura y me estrechó contra su cuerpo. Sus labios aplastaron los míos, pero se sintieron suaves. Mis labios ya no se amoldaron a los suyos; ahora ya tenían su propio lugar.
Como antes, fue como su el toque de su piel, de sus labios, de sus manos, penetraban directamente a través de mi lisa, y dura piel hasta mis nuevos huesos. Directamente al centro de mi cuerpo. No podía imaginar amarlo más de lo que lo hacía ahora.
Mi antigua mente no hubiera sido capaz de aguantar tanto de su amor. Mi antiguo corazón no hubiera sido lo suficientemente fuerte como para soportarlo.
Recordé partes de esto – enroscando mis dedos en su cabello, trazando líneas en su pecho – pero otras partes eran tan nuevas. Él era algo nuevo. Era una experiencia totalmente diferente, Edward besándome tan intrépidamente, tan energéticamente. Respondí a su intensidad, y de repente nos estábamos cayendo.
“Oops,” dije, y se rió debajo de mí. “No fue mi intensión irme encima de esa manera. ¿Estás bien?”
Edward acarició mi rostro. “Ligeramente mejor que bien” y luego una expresión perpleja cruzó su rostro. “¿Renesmeé?” preguntó inciertamente, tratando de averiguar lo que yo quería más en ese momento. Una pregunta muy difícil de responder, porque quería tantas cosas al mismo tiempo.
Podía decir que él no estaba exactamente contrariado a aplazar nuestro retorno, y fue difícil pensar con su piel rozando la mía – no había mucho que quedara del vestido. Pero mi recuerdo de Renesmeé, antes y después de su nacimiento, se volvía más y más como un sueño para mí. Más probable. Todos los recuerdos que tenía de ella eran recuerdos humanos; un aura artificial los envolvía. Nada se veía real con estos ojos, nada se sentía real con estas manos.
Cada minuto, la realidad de aquella pequeña extraña se alejaba.
“Renesmeé,” asentí, perezosamente, y me puse sobre mis pies, levantándolo conmigo.